sábado, 17 de noviembre de 2012

Ten!


Frente a la puerta de Gaza conocí a un hombre muy simpático. Volvía de un viaje a El Cairo para acompañar a su padre al hospital. Es una de las pocas circunstancias en las que  un ciudadano de Gaza puede abandonar el territorio, y en todo caso siempre es de forma temporal. Nos presentó a su mujer, que al principio se mostró tímida y algo reacia a acercarse a nosotros. No dejaba de sonreír. El hombre me contó que tenían 4 hijos, a lo que le respondí que me parecían bastantes para su edad (tenía 28 años). Dijo que quería llegar a los diez:  “I want ten!”.  “¿Why ten?”, le pregunté con curiosidad.

Como hablábamos en un popurrí de árabe e inglés a veces nos costaba entendernos. Cuando esto sucedía recurríamos a la mímica. Como no entendía su explicación, formó con sus manos un rifle y representó la acción de ejecutar a un niño. Esa vez sí lo entendí.

A continuación extendió los brazos, y mostrando los diez dedos repitió “Ten!”.

martes, 17 de mayo de 2011

La mirada triste del nómada

Cuando mira al pasado, ve los enormes campos de su abuelo en la aldea de Beit Yebrin. Desde los prósperos tiempos de su infancia hasta la actualidad se encuentra medio siglo de penalidades, una vida marcada por el éxodo. Su biografía es un fiel reflejo de la historia contemporánea Palestina. Se llama Mohamed Azzen.

Su abuelo poseía numerosas tierras y rebaños que daban sustento a su familia. La casa familiar funcionaba como lugar de reuniones para toda la comunidad y era conocida como `Alhara´, que en árabe significa `el barrio´. Los Azen eran una de las familias más influyentes de Beit Yebrin. El 28 de noviembre de 1948 el ejército israelí destruyó la aldea. En tan solo 24 horas, Azen y su familia se habían convertido en refugiados y Beit Yebrin era recuerdo. Los años siguientes permanecieron en Hebrón vendiendo los animales que habían conseguido salvar del ataque.

En 1954 y con el hambre como único equipaje, se dirigieron al recién creado campo de refugiados de Aida, en Belén. La vida allí no era fácil. Los refugiados malvivían en las tiendas proporcionadas por la ONU. A menudo, el viento amenazaba con arrancarlas de cuajo. Azen recuerda cómo sujetaba la estaca central para evitar que la tienda saliese volando.

A pesar de las dificultades, Mohamed logró completar su educación. Con el tiempo, las tiendas de campaña fueron sustituidas por casas y Mohamed el estudiante dio paso al profesor Azen. Tras una vida dedicada a la enseñanza y con 11 hijos y decenas de nietos se siente orgulloso. Dos de ellos trabajan como ingenieros en EE UU y le envían dinero regularmente.

Tras casi 60 años en el campamento de Aida, Azen recuerda el día en que pudo haberlo perdido todo. En 1967, el ejército israelí se disponía a expulsar a la población de Belén a Jordania. Azen plantó cara a un oficial, insistiéndole en que no tenían otro lugar al que ir.


-¿Es esa tu familia?
-Sí.
-¿Dónde está tu casa?
-Allí.
-Podéis quedaros.

Ese día, Azen aseguró el porvenir de su familia y de muchos otros belemnitas que siguieron su ejemplo y todavía hoy le dan las gracias por su valiente intervención.

Mohamed Azzen

domingo, 1 de mayo de 2011

Con Dios de su lado

Los asentamientos judíos en Cisjordania generan una tensión que a menudo deriva en actos violentos

El pasado 11 de Abril cinco miembros de una familia fueron asesinados en el asentamiento judío de Itamar, en Cisjordania. La respuesta por parte de los colonos no se hizo esperar. En las últimas semanas, éstos han protagonizado episodios de violencia por todo el territorio, incluyendo ataques verbales y físicos contra las comunidades palestinas. El gobierno israelí, lejos de condenar estas actuaciones, ha anunciado que se construirán 500 nuevas casas en asentamientos como castigo por los asesinatos.

Hebrón o Al Khalil, como lo denominan los palestinos, es el paradigma de la tensión entre nativos y colonos. Judíos y musulmanes mantienen vidas paralelas que raramente se cruzan. El único punto de encuentro es la Tumba de los Patriarcas, en la que se encuentran enterrados Abraham, su hijo Isaac y otras figuras prominentes en ambas religiones. A pesar de ello, el edificio en el que se encuentra el sepulcro es un híbrido, mitad mezquita mitad sinagoga, al que los practicantes acuden con el mismo objetivo sin llegar a verse.

La población de esta ciudad asciende a 160.000 habitantes, de los cuales 600 son colonos judíos distribuidos en asentamientos en pleno centro de la ciudad. Aunque su porcentaje sea reducido su presencia se hace notar por toda la ciudad. En muchas ocasiones, deteriorando la calidad de vida de los ciudadanos palestinos. En el barrio antiguo sorprende al visitante comprobar que todo el mercado se encuentra cubierto por redes metálicas. Al contemplarlas, enseguida se le acercará algún tendero para explicar su cometido: Protegerse de la basura que arrojan los colonos sobre ellos.

La beligerancia de los colonos se debe a que el Estado de Israel se basa en la idea del regreso a la tierra prometida por Dios. Hebrón es una ciudad clave para el movimiento sionista. Allí fue donde vivieron Adán y Eva tras ser expulsados del Edén. El gobierno israelí potencia ese sentimiento religioso-nacionalista, además de ayudar económicamente a los colonos e impulsarles a llevar armas para defenderse de ataques terroristas. El 25 de febrero de 1994 ha quedado impreso en la memoria de todos los palestinos. Ese día un colono judío entró en la Tumba de los Patriarcas armado con un rifle: 29 musulmanes fallecieron y 125 resultaron heridos. A pesar de que el gobierno sionista condenó esta masacre, aún puede contemplarse una placa en su honor en la calle principal de Hebrón.

El Alternative Information Center es una organización que trata de alcanzar el diálogo entre Israel y Palestina. Ahmed Abu Hania, colaborador del AIC, opina que los judíos, especialmente los colonos, se encuentran en una situación compleja: "Vienen con la idea de formar una familia, de obtener una casa. Querían la tierra prometida y han encontrado el infierno". La ONU considera ilegales los asentamientos, aún así los colonos no parecen dispuestos a abandonarlos. Y es que es difícil dialogar con alguien que dice tener a Dios de su lado.

domingo, 10 de abril de 2011

Radiación bajo control

El accidente en la central de Fukushima relanza el debate sobre la seguridad de la energía nuclear

En 1945 el planeta enmudeció ante el poder de la energía nuclear. Todo el mundo visualiza la nube de hongo expandiéndose en Hiroshima y Nagasaki, como un ángel de la muerte que lo devora todo a su paso. Desde entonces se ha aceptado esta energía como un mal necesario. Un vecino incómodo y traicionero capaz de traer energía a millones de hogares y al mismo tiempo ocasionar tragedias como la de Chernóbil, en 1986. La más reciente, ocurrida en la ya célebre central de Fukushima en Japón, mantiene en vilo a la sociedad internacional e impulsa a la sociedad a mirar su propio ombligo y hacerse la siguiente pregunta: ¿Es segura la energía nuclear?

En el caso concreto de España, la desconfianza hacia dicha energía se ha visto alimentada por el hecho de que la central de Fukushima comparte el mismo tipo de reactores que la planta de Garoña. Estos reactores, denominados Mark 1, fueron construidos en 1971 y llevan levantando polémica desde sus inicios. En 1972, la Comisión de la Energía Atómica recomendó el cese en la fabricación de dichos reactores, debido a la menor resistencia de su 'vasija' en comparación con otras más modernas y a que "en caso de sobrecalentamiento del reactor tiene un 90% de posibilidades de fundirse".

Tsunami nuclear

El pasado 11 de Marzo, la naturaleza puso a prueba la seguridad de la central nuclear de Fukushima de la forma más severa que quepa imaginar. Un terremoto de 9.0 en la escala Richter, sucedido por un tsunami con olas de 10 metros asoló el noreste de Japón. Esta devastadora combinación cortó el suministro eléctrico de la central y causó daños en el sistema de refrigeración. La temperatura en varios de los reactores aumentó de forma desmesurada hasta evaporar gran parte del refrigerante de las vasijas de contención. Las varillas de combustible quedaron expuestas y reaccionaron con el agua, produciendo hidrógeno. Llegados a este punto, comenzaron las explosiones.

Si bien la naturaleza empujó la primera ficha en este improbable dominó de infortunios, no debe tomarse este suceso como una catástrofe natural. Japón es uno de los países con mayor actividad sísmica del mundo y está preparado para los terremotos. Sin embargo, los sistemas de seguridad no estaban preparados para resistir un tsunami de ese tamaño. Julián Murcia, empleado de la central nuclear de Trillo, en Guadalajara, explica que en España "para la construcción de una central se preseleccionan lugares en los que no se producen terremotos. A continuación se estudia la actividad sísmica de los 10 años anteriores para cerciorarse". En cuanto a la amenaza de maremotos, centrales como la de Garoña situadas en el interior peninsular no corren peligro. "Para que pase lo mismo que en Japón el caudal del Tajo debería subir 50 metros", asegura Murcia, refiriéndose a la central nuclear de Trillo.

Contra la radiación

Otro problema que preocupa a la ciudadanía es el vinculado a los residuos radiactivos. Estos deshechos están divididos en dos categorías: los de alta actividad y los de media o baja actividad. Los primeros se caracterizan por emitir grandes dosis de radiación y tener una vida media en ocasiones superior a los 5.000 años. Se trata de las varillas del uranio empleado como combustible y las diversas sustancias empleadas en el proceso de purificación. Estos remanentes tóxicos son introducidos en contenedores de gran resistencia ante agentes corrosivos. También soportan el fuego, terremotos, colisiones... "Incluso lanzan esos contenedores desde helicópteros para comprobar su resistencia", afirma Murcia.

Los residuos de media o baja actividad son los que emiten dosis pequeñas de radiación. Principalmente están compuestos por herramientas y utensilios empleados en la central. Según explica Julián Murcia, "todo el material contaminado por la radiación es introducido en otros contenedores que se rellenan con cemento". Generalmente los residuos nucleares se almacenan en vertederos de seguridad, muchos de ellos en los terrenos de la propia planta que los origina.

Al contrario de lo que cree gran parte de la población, la salud de los empleados de las centrales nucleares no corre ningún riesgo y es controlada en todo momento por profesionales. Todos los trabajadores deben pasar por chequeos médicos periódicamente. Concretamente, aquellos que por la naturaleza de su labor se exponen de forma habitual a pequeñas dosis de radiación son inspeccionados diariamente. Existe una cantidad de 'radiación acumulada' que nuestro cuerpo puede almacenar de forma inocua. Cuando el empleado se aproxima al límite establecido, se le niega el acceso a áreas con radiactividad hasta que su organismo vuelve a niveles normales. Por supuesto, los niveles de radiación mencionados son mínimos y no deben ser comparados con los alcanzados recientemente en la accidentada central de Fukushima.

Lo ocurrido en la planta japonesa podría propulsar el debate energético en los próximos años. Sin embargo, ante el lento progreso de las energías renovables y la escasez de recursos fósiles es de esperar que la energía nuclear siga con nosotros mucho tiempo. Para los antinucleares queda el amargo consuelo de que las centrales nucleares españolas se encuentran sometidas actualmente a rigurosos informes de seguridad para garantizar que tragedias como la de Fukushima nunca vuelvan a repetirse.

sábado, 2 de abril de 2011

Las mujeres invisibles

La ley de extranjería amenaza a las prostitutas inmigrantes con expulsarlas a sus países de origen

Octubre de 2010. Tres hombres violan a una prostituta de origen africano en Vitoria. La joven denuncia este hecho y los agresores son detenidos. Sin embargo, por miedo a represalias, decide huir de la ciudad. Los violadores salen a la calle, impunes. Este ejemplo ilustra la situación de innumerables mujeres inmigrantes entre la espada y la pared: La espada de las calles y la pared de un marco jurídico que lejos de ayudarlas dificulta su ya de por sí precaria situación.

Según Médicos del Mundo en España hay unas 50.000 víctimas de la trata. De ellas, más del 80% son mujeres inmigrantes. Hay que tener en cuenta que en esa estimación no entran las inmigrantes que trabajan como prostitutas voluntariamente. Según Askabide, “no existen registros fiables en cuanto al número de prostitutas en España”. Esta asociación especializada en salud sexual acaba de recibir por parte del gobierno vasco una subvención de 97.000 euros para la acogida de mujeres víctimas de explotación sexual.

La Consejería de Interior ha facilitado esta ayuda ya que considera la trata “una manifestación más de la situación de desigualdad en la que se encuentran las mujeres en muchos lugares del mundo”. Sin embargo, en muchos casos las propias instituciones condicionan la vida de las inmigrantes que se encuentran inmersas en la industria del sexo.

De acuerdo con la ley de de extranjería, uno de los requisitos para obtener el permiso de residencia es contar con un contrato de trabajo de al menos un año. Al no ser considerado el trabajo sexual una actividad laboral, las posibilidades de estas mujeres de obtener los ‘papeles’ es mínima. “A este Estado le da igual por qué migran las personas”, asegura Brigida Ridruejo, colaboradora de SOS Racismo. Lo cierto es que de según la normativa de extranjería no importan los motivos que impulsan a cada individuo a emigrar, lo único relevante es que tengan un contrato en el mercado laboral. Bajo las condiciones que sean.

Las víctimas de la trata cuentan con una vía alternativa para alcanzar la regularidad: Colaborar con la policía para detener a los extorsionadores. Sin embargo, el nivel de colaboración que se les exige es desproporcionado. Si la mafia no es detectada y desarticulada –para lo cual pueden pasar años-, no obtienen los ‘papeles’. Además, durante el proceso penal padecen una desinformación absoluta, sin conocer siquiera el paradero de sus agresores. Como consecuencia de ello, entre el 2000 y el 2004 solo 48 mujeres han obtenido permisos de residencia por este procedimiento.

La mujer que fue agredida sexualmente en Vitoria fue encontrada varios días más tarde. Estaba ingresada en un Centro de Internamiento de Extranjeros. Desde allí será expulsada a su país de origen. Si tiene suerte podrá quedarse en España, a merced de una ley que vuelve invisibles jurídicamente a las mujeres inmigrantes que ejercen la prostitución.

jueves, 24 de marzo de 2011

El arte de contar historias

Detrás de la mezquita Omeya se encuentra la cafetería Al Nafwara. No es muy diferente de cualquier otra que podamos encontrar en la medina vieja, y sin embargo es única. Todos los días, tras la última oración, acude al lugar un personaje casi legendario: Abu Shadi. Atraviesa el establecimiento con lentitud, debido a su avanzada edad, mientras los parroquianos le abren camino con respeto y admiración. Los turistas observan la escena desconcertados. No saben que Abu Shadi es el último cuenta cuentos de Damasco.

El cuenta cuentos o hakauati, es una persona que se dedica a narrar todo tipo de historias a un público. Unos días tocan tórridos cuentos de amor extraídos de las mil y una noches. Otras veces, por ejemplo, narra vibrantes aventuras ambientadas en la invasión de los mamelucos. Desde lo alto del estrado, Abu Shadi hipnotiza al público con su profunda voz, que varía en función del personaje al que encarna. En los momentos álgidos levanta un sable y golpea una mesa, dejando a los espectadores mudos. También sabe intercalar momentos de humor para romper la tensión. En ocasiones golpea con un bastón a algún infortunado camarero que ha tenido la ocurrencia de cruzar delante de él en pleno relato. Por desgracia, para muchos la figura del hakauati supone los últimos rescoldos de una vieja tradición a punto de extinguirse. Por el momento, Abu Shadi sigue acudiendo puntual a su cita y agradece cualquier aportación que ayude a mantener vivo el arte de contar historias.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Damasco, la dulce seductora

Esta ciudad atrae cada vez a más viajeros, muchos de los cuales deciden echar raíces

Cuenta la leyenda que Mahoma subió a la cima del monte Qassioun, a cuyos pies se extiende la ciudad de Damasco. Tras contemplarla brevemente regresó a La Meca. Cuando le preguntaron por qué no quiso visitar la ciudad, Mahoma respondió: "Al paraíso solo se accede al morir". Damasco -o Sham -ciudad del sol- como lo llaman afectuosamente sus habitantes- es considerada la ciudad habitada más antigua del mundo. Sus laberínticas calles están sembradas de huellas de antiguos imperios que se remontan al 2.500 antes de Cristo. Pero ante todo, Damasco es una ciudad viva, fascinante y tremendamente absorbente. Cada vez son más los viajeros que deciden quedarse, seducidos por los encantos de esta joya oriental.

Hacia el corazón de la medina

Alguien que llega por primera vez a Damasco y recorre la ciudad en taxi generalmente no encuentra nada especial, tan sólo el tráfico frenético y alocado que caracteriza a las urbes de los países árabes. Mientras el taxista le pregunta en árabe -muy pocos sirios hablan inglés- si es la primera vez que visita la ciudad, el visitante no ve más que algunos minaretes asomando como enormes agujas entre edificios recién construidos. Es necesario adentrarse en la medina antigua para conocer su verdadera esencia. Finalmente, de la nada aparece una espléndida muralla, custodiada por un imponente jinete. Se trata del famoso gobernante Saladino, héroe venerado en la cultura musulmana, cuya tumba se encuentra muy cerca.

A partir de ese momento, la magia de Damasco comienza a manifestarse. Alrededor de la muralla es habitual encontrarse con un vendedor ambulante de té, vestido con ropa folclórica y el típico gorro rojo de fez sirviendo té a los transeúntes. Para ello utiliza una tetera enorme colgada en su espalda. Dejamos atrás a este pintoresco personaje y continuamos bordeando la muralla hasta alcanzar una de las entradas a la medina: Bab Touma.

Bab Touma -en árabe puerta de Santo Tomás- viene a avisar de la plácida convivencia entre cristianos y musulmanes que caracteriza a la medina. Es habitual toparse con familias cristianas celebrando una boda en plena calle, mientras los feligreses musulmanes acuden a la mezquita ante la llamada del almuédano. Tras cruzar la puerta, uno se zambulle en la bulliciosa vida de la medina.

En sus estrechas callejuelas no hay lugar para el respiro. Al recorrerla no queda otro remedio que dejarse llevar por su ferviente actividad y disfrutar de su movimiento y colorido. Paseando por sus calles, uno puede observar ancianos absortos en un tablero de parchís, impasibles ante el paso del tiempo; niños montados en burro arrastrando un carro lleno de melones; grupos de mujeres parlanchinas y con velo atropellando a todo el que se cruce en su camino; incansables artesanos elaborando cajas de todos los tamaños y formas decoradas con damasquinados; tenderos de sonrisa cálida que invitan a tomar el té mientras muestran sus hermosas telas, etc.

La ruta de los aromas

Pero Damasco no se disfruta únicamente con la vista. Alguien que conociese realmente bien la ciudad, casi podría guiarse a ciegas utilizando sólo su olfato. Del aceitoso olor de los shawarmas, pasamos al penetrante aroma del cuero de camello con el que se fabrican las sandalias. Estos olores se mezclan con el de los narguiles -lo que nosotros conocemos como shisha - que asoman desde las rústicas cafeterías de la medina. Esta ruta de los aromas alcanza su punto álgido si nos adentramos en el mercado de Hamidiye. Considerado uno de los más importantes de Oriente, este mercado es ideal para perderse degustando un delicioso helado de azahar y pistachos. En él se produce una explosión de fragancias provenientes de todo tipo de especias, sin olvidar el célebre jabón de Alepo, considerado el mejor del mundo.

A pesar del alboroto cotidiano, tanto el mercado como la ciudad en general pueden recorrerse con la mayor tranquilidad y a cualquier hora del día. Las tiendas permanecen abiertas hasta altas horas de la noche y los comerciantes son personas amables y tranquilas que nunca presionan a los viandantes, a diferencia de lo que ocurre en otros países árabes. Además, el robo y los asaltos callejeros son prácticamente inexistentes en Damasco. El único signo de violencia que podemos encontrar en el zoco son los agujeros en la enorme bóveda de hierro, producidos por las balas de la aviación francesa ante la rebelión nacionalista Siria de 1925.

Los agujeros de bala son sólo un ejemplo de cómo los damasquinos conviven con su propia historia sin darle mayor importancia. Los restos del templo de Júpiter son utilizados por los mercaderes para extender sus productos. Los muros exteriores de la mezquita Omeya -la tercera más importante del islam- se encuentran plagados de puestos de fruta. Pero el caso más claro en el que pasado y presente se unen es la rehabilitación de antiguas casas árabes. Destaca especialmente el restaurante Khawali, erigido en un majestuoso edificio de más de 600 años de antigüedad. Desde su terraza, durante la deliciosa cena podremos disfrutar de una visión panorámica de la ciudad, con su crisol de luces blancas y verdes. Coronando esa visión majestuosa, se encuentra el monte Qassioun. Desde su cima, Mahoma pudo resistir la atracción arrolladora de esta mágica ciudad. Sin embargo, aquellos que viajen con el corazón y la mente abierta es posible que caigan ante el hechizo de Damasco con más facilidad que el profeta.