Frente
a la puerta de Gaza conocí a un hombre muy simpático. Volvía de un viaje a El
Cairo para acompañar a su padre al hospital. Es una de las pocas circunstancias
en las que un ciudadano de Gaza puede
abandonar el territorio, y en todo caso siempre es de forma temporal. Nos presentó
a su mujer, que al principio se mostró tímida y algo reacia a acercarse a
nosotros. No dejaba de sonreír. El hombre me contó que tenían 4 hijos, a lo que
le respondí que me parecían bastantes para su edad (tenía 28 años). Dijo que
quería llegar a los diez: “I want ten!”.
“¿Why ten?”, le pregunté con curiosidad.
Como hablábamos
en un popurrí de árabe e inglés a veces nos costaba entendernos. Cuando esto
sucedía recurríamos a la mímica. Como no entendía su explicación, formó con sus
manos un rifle y representó la acción de ejecutar a un niño. Esa vez sí lo
entendí.
A
continuación extendió los brazos, y mostrando los diez dedos repitió “Ten!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario