jueves, 24 de marzo de 2011

El arte de contar historias

Detrás de la mezquita Omeya se encuentra la cafetería Al Nafwara. No es muy diferente de cualquier otra que podamos encontrar en la medina vieja, y sin embargo es única. Todos los días, tras la última oración, acude al lugar un personaje casi legendario: Abu Shadi. Atraviesa el establecimiento con lentitud, debido a su avanzada edad, mientras los parroquianos le abren camino con respeto y admiración. Los turistas observan la escena desconcertados. No saben que Abu Shadi es el último cuenta cuentos de Damasco.

El cuenta cuentos o hakauati, es una persona que se dedica a narrar todo tipo de historias a un público. Unos días tocan tórridos cuentos de amor extraídos de las mil y una noches. Otras veces, por ejemplo, narra vibrantes aventuras ambientadas en la invasión de los mamelucos. Desde lo alto del estrado, Abu Shadi hipnotiza al público con su profunda voz, que varía en función del personaje al que encarna. En los momentos álgidos levanta un sable y golpea una mesa, dejando a los espectadores mudos. También sabe intercalar momentos de humor para romper la tensión. En ocasiones golpea con un bastón a algún infortunado camarero que ha tenido la ocurrencia de cruzar delante de él en pleno relato. Por desgracia, para muchos la figura del hakauati supone los últimos rescoldos de una vieja tradición a punto de extinguirse. Por el momento, Abu Shadi sigue acudiendo puntual a su cita y agradece cualquier aportación que ayude a mantener vivo el arte de contar historias.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Damasco, la dulce seductora

Esta ciudad atrae cada vez a más viajeros, muchos de los cuales deciden echar raíces

Cuenta la leyenda que Mahoma subió a la cima del monte Qassioun, a cuyos pies se extiende la ciudad de Damasco. Tras contemplarla brevemente regresó a La Meca. Cuando le preguntaron por qué no quiso visitar la ciudad, Mahoma respondió: "Al paraíso solo se accede al morir". Damasco -o Sham -ciudad del sol- como lo llaman afectuosamente sus habitantes- es considerada la ciudad habitada más antigua del mundo. Sus laberínticas calles están sembradas de huellas de antiguos imperios que se remontan al 2.500 antes de Cristo. Pero ante todo, Damasco es una ciudad viva, fascinante y tremendamente absorbente. Cada vez son más los viajeros que deciden quedarse, seducidos por los encantos de esta joya oriental.

Hacia el corazón de la medina

Alguien que llega por primera vez a Damasco y recorre la ciudad en taxi generalmente no encuentra nada especial, tan sólo el tráfico frenético y alocado que caracteriza a las urbes de los países árabes. Mientras el taxista le pregunta en árabe -muy pocos sirios hablan inglés- si es la primera vez que visita la ciudad, el visitante no ve más que algunos minaretes asomando como enormes agujas entre edificios recién construidos. Es necesario adentrarse en la medina antigua para conocer su verdadera esencia. Finalmente, de la nada aparece una espléndida muralla, custodiada por un imponente jinete. Se trata del famoso gobernante Saladino, héroe venerado en la cultura musulmana, cuya tumba se encuentra muy cerca.

A partir de ese momento, la magia de Damasco comienza a manifestarse. Alrededor de la muralla es habitual encontrarse con un vendedor ambulante de té, vestido con ropa folclórica y el típico gorro rojo de fez sirviendo té a los transeúntes. Para ello utiliza una tetera enorme colgada en su espalda. Dejamos atrás a este pintoresco personaje y continuamos bordeando la muralla hasta alcanzar una de las entradas a la medina: Bab Touma.

Bab Touma -en árabe puerta de Santo Tomás- viene a avisar de la plácida convivencia entre cristianos y musulmanes que caracteriza a la medina. Es habitual toparse con familias cristianas celebrando una boda en plena calle, mientras los feligreses musulmanes acuden a la mezquita ante la llamada del almuédano. Tras cruzar la puerta, uno se zambulle en la bulliciosa vida de la medina.

En sus estrechas callejuelas no hay lugar para el respiro. Al recorrerla no queda otro remedio que dejarse llevar por su ferviente actividad y disfrutar de su movimiento y colorido. Paseando por sus calles, uno puede observar ancianos absortos en un tablero de parchís, impasibles ante el paso del tiempo; niños montados en burro arrastrando un carro lleno de melones; grupos de mujeres parlanchinas y con velo atropellando a todo el que se cruce en su camino; incansables artesanos elaborando cajas de todos los tamaños y formas decoradas con damasquinados; tenderos de sonrisa cálida que invitan a tomar el té mientras muestran sus hermosas telas, etc.

La ruta de los aromas

Pero Damasco no se disfruta únicamente con la vista. Alguien que conociese realmente bien la ciudad, casi podría guiarse a ciegas utilizando sólo su olfato. Del aceitoso olor de los shawarmas, pasamos al penetrante aroma del cuero de camello con el que se fabrican las sandalias. Estos olores se mezclan con el de los narguiles -lo que nosotros conocemos como shisha - que asoman desde las rústicas cafeterías de la medina. Esta ruta de los aromas alcanza su punto álgido si nos adentramos en el mercado de Hamidiye. Considerado uno de los más importantes de Oriente, este mercado es ideal para perderse degustando un delicioso helado de azahar y pistachos. En él se produce una explosión de fragancias provenientes de todo tipo de especias, sin olvidar el célebre jabón de Alepo, considerado el mejor del mundo.

A pesar del alboroto cotidiano, tanto el mercado como la ciudad en general pueden recorrerse con la mayor tranquilidad y a cualquier hora del día. Las tiendas permanecen abiertas hasta altas horas de la noche y los comerciantes son personas amables y tranquilas que nunca presionan a los viandantes, a diferencia de lo que ocurre en otros países árabes. Además, el robo y los asaltos callejeros son prácticamente inexistentes en Damasco. El único signo de violencia que podemos encontrar en el zoco son los agujeros en la enorme bóveda de hierro, producidos por las balas de la aviación francesa ante la rebelión nacionalista Siria de 1925.

Los agujeros de bala son sólo un ejemplo de cómo los damasquinos conviven con su propia historia sin darle mayor importancia. Los restos del templo de Júpiter son utilizados por los mercaderes para extender sus productos. Los muros exteriores de la mezquita Omeya -la tercera más importante del islam- se encuentran plagados de puestos de fruta. Pero el caso más claro en el que pasado y presente se unen es la rehabilitación de antiguas casas árabes. Destaca especialmente el restaurante Khawali, erigido en un majestuoso edificio de más de 600 años de antigüedad. Desde su terraza, durante la deliciosa cena podremos disfrutar de una visión panorámica de la ciudad, con su crisol de luces blancas y verdes. Coronando esa visión majestuosa, se encuentra el monte Qassioun. Desde su cima, Mahoma pudo resistir la atracción arrolladora de esta mágica ciudad. Sin embargo, aquellos que viajen con el corazón y la mente abierta es posible que caigan ante el hechizo de Damasco con más facilidad que el profeta.

"Nos preocupa que haya personas que no puedan salir de Libia"

José Ignacio Alonso/Coordinador de ACNUR

Libia se encuentra al borde de la guerra civil. La inestabilidad y los bombardeos a la población han provocado la huida de más de 180.000 personas hacia Túnez y Egipto, según informa ACNUR. José Ignacio Alonso, responsable del Comité Vasco de ACNUR, se muestra muy preocupado por lo que está sucediendo en Libia y remarca la importancia de que "la población sepa de la forma más completa y contextualizada lo que está pasando".

-¿Qué función desempeña ACNUR en el conflicto de Libia?

-Asistencia a todos los niveles. Desde el refugio, la alimentación o las necesidades más básicas de higiene y salud, hasta cuanto tiene que ver con la documentación: el registro de esas personas y sus solicitudes de asilo y repatriación.

-¿Qué está haciendo ACNUR para devolver a esas personas a sus países?

-Proporcionarles asistencia en campos de tránsito, en los que se organiza el viaje a sus países de origen. En el lado de Túnez hay dos campos y ahora mismo se está ultimando el tercero, con una capacidad para 40.000 personas. Éste se encuentra en Túnez, a 7 kilómetros de la frontera con Libia.

-Se habla estos días del riesgo que corren los refugiados subsaharianos en Libia...

-Hay 8.000 refugiados en el país, la mayor parte en Trípoli. Su situación es preocupante, puesto que muchos de ellos son subsaharianos y se les está confundiendo con personas relacionadas con el conflicto. Esto genera cierta inseguridad para su integridad personal.

-¿Cuál es la situación en las fronteras?

-El número de personas que huyen de Libia se ha estabilizado. Hay que tener en cuenta que Gadafi y sus fuerzas controlan Trípoli y el oeste de Libia, que es por donde solía salir el flujo más grande de personas.

-¿Qué medidas represivas están adoptando los progubernamentales en la frontera?

-Hay testimonios de personas que en su camino de salida se han topado con situaciones de violencia y de inseguridad. La reducción del flujo de personas inquieta al ACNUR, porque no están claros los motivos. Nos preocupa que haya personas que no puedan salir del país.

-¿A qué obstáculos se enfrenta la labor humanitaria?

-Sobre todo el gran volumen de personas saliendo en muy poco tiempo... También hay que contar con que nuestros recursos llegan de forma escalonada. Por último, todos los equipos sobre el terreno han pedido el apoyo de la comunidad internacional para lograr que las personas en los campos de tránsito puedan volver a sus países.

“Los árabes pueden reescribir su relación con Occidente"

Othman Gómez Kortazar: Sociólogo musulmán

Fue educado en una familia católica practicante y sin embargo, es musulmán. Al alcanzar la adolescencia, Othman Gómez Kortazar, sociólogo bilbaíno, comenzó una "búsqueda de la fe pura" que desembocó en la shahāda o profesión de la fe islámica. Es uno de los más de cuarenta mil musulmanes que viven actualmente en Euskadi, y sigue con gran interés la ola de protestas en los países árabes.

-¿Cómo está usted viviendo las revueltas en el mundo árabe?

- La visión es de esperanza y también de alivio; esperanza en el sentido de crear un mejor futuro y alivio en el de librarse de unas dictaduras laicas apoyadas por Occidente.

-¿A qué atribuye esta revolución?

-Hay varios factores: Entre ellos, la reafirmación del nacionalismo árabe frente a Occidente y la vuelta al islam. La crisis económica también ha afectado a estos estados. En este contexto, una población con escasos recursos económicos y sin medios para expresarse eficientemente ha hecho una presión importante para ayudar a derrumbar el sistema político.

-Los jóvenes han sido los principales propulsores de este cambio...

Esta población vive con una antena parabólica hacia Occidente. Además, viven en estados policiales con una fuerte opresión. Esta juventud tiene la capacidad física y moral de alzarse frente a esa situación. Ha hecho un esfuerzo para unirse y enfrentarse a este sistema.

-¿Por qué son tan importantes las redes sociales?

-Porque suponen nuevos espacios de libertad para el intercambio de opiniones y sirven también para comunicarse sin una vigilancia estricta y directa por parte de estas dictaduras laicas.

-Ya han caído dos presidentes... ¿Es de esperar que las protestas lleguen a otros países árabes?

-Es posible, pero la dinámica de cada uno de éstos es independiente. Lo que ha pasado no significa que por ejemplo en Marruecos o Argelia vaya a haber una desestabilización.

-¿Podría producirse un efecto retorno entre los colectivos árabes emigrantes?

-Hay élites que han sido exiliadas por cuestiones políticas. Es probable que tengan una llamada de responsabilidad de cara a sus pueblos de origen y que hayan visto que ahora el cambio es posible.

-¿Qué cree que están aportando estas revueltas a la sociedad árabe?

-Esperanza en un futuro mejor y confianza en sí mismos. Han aprendido que son capaces de ser sujetos en la creación de su futuro y que además pueden reescribir la relación con Occidente.