domingo, 10 de abril de 2011

Radiación bajo control

El accidente en la central de Fukushima relanza el debate sobre la seguridad de la energía nuclear

En 1945 el planeta enmudeció ante el poder de la energía nuclear. Todo el mundo visualiza la nube de hongo expandiéndose en Hiroshima y Nagasaki, como un ángel de la muerte que lo devora todo a su paso. Desde entonces se ha aceptado esta energía como un mal necesario. Un vecino incómodo y traicionero capaz de traer energía a millones de hogares y al mismo tiempo ocasionar tragedias como la de Chernóbil, en 1986. La más reciente, ocurrida en la ya célebre central de Fukushima en Japón, mantiene en vilo a la sociedad internacional e impulsa a la sociedad a mirar su propio ombligo y hacerse la siguiente pregunta: ¿Es segura la energía nuclear?

En el caso concreto de España, la desconfianza hacia dicha energía se ha visto alimentada por el hecho de que la central de Fukushima comparte el mismo tipo de reactores que la planta de Garoña. Estos reactores, denominados Mark 1, fueron construidos en 1971 y llevan levantando polémica desde sus inicios. En 1972, la Comisión de la Energía Atómica recomendó el cese en la fabricación de dichos reactores, debido a la menor resistencia de su 'vasija' en comparación con otras más modernas y a que "en caso de sobrecalentamiento del reactor tiene un 90% de posibilidades de fundirse".

Tsunami nuclear

El pasado 11 de Marzo, la naturaleza puso a prueba la seguridad de la central nuclear de Fukushima de la forma más severa que quepa imaginar. Un terremoto de 9.0 en la escala Richter, sucedido por un tsunami con olas de 10 metros asoló el noreste de Japón. Esta devastadora combinación cortó el suministro eléctrico de la central y causó daños en el sistema de refrigeración. La temperatura en varios de los reactores aumentó de forma desmesurada hasta evaporar gran parte del refrigerante de las vasijas de contención. Las varillas de combustible quedaron expuestas y reaccionaron con el agua, produciendo hidrógeno. Llegados a este punto, comenzaron las explosiones.

Si bien la naturaleza empujó la primera ficha en este improbable dominó de infortunios, no debe tomarse este suceso como una catástrofe natural. Japón es uno de los países con mayor actividad sísmica del mundo y está preparado para los terremotos. Sin embargo, los sistemas de seguridad no estaban preparados para resistir un tsunami de ese tamaño. Julián Murcia, empleado de la central nuclear de Trillo, en Guadalajara, explica que en España "para la construcción de una central se preseleccionan lugares en los que no se producen terremotos. A continuación se estudia la actividad sísmica de los 10 años anteriores para cerciorarse". En cuanto a la amenaza de maremotos, centrales como la de Garoña situadas en el interior peninsular no corren peligro. "Para que pase lo mismo que en Japón el caudal del Tajo debería subir 50 metros", asegura Murcia, refiriéndose a la central nuclear de Trillo.

Contra la radiación

Otro problema que preocupa a la ciudadanía es el vinculado a los residuos radiactivos. Estos deshechos están divididos en dos categorías: los de alta actividad y los de media o baja actividad. Los primeros se caracterizan por emitir grandes dosis de radiación y tener una vida media en ocasiones superior a los 5.000 años. Se trata de las varillas del uranio empleado como combustible y las diversas sustancias empleadas en el proceso de purificación. Estos remanentes tóxicos son introducidos en contenedores de gran resistencia ante agentes corrosivos. También soportan el fuego, terremotos, colisiones... "Incluso lanzan esos contenedores desde helicópteros para comprobar su resistencia", afirma Murcia.

Los residuos de media o baja actividad son los que emiten dosis pequeñas de radiación. Principalmente están compuestos por herramientas y utensilios empleados en la central. Según explica Julián Murcia, "todo el material contaminado por la radiación es introducido en otros contenedores que se rellenan con cemento". Generalmente los residuos nucleares se almacenan en vertederos de seguridad, muchos de ellos en los terrenos de la propia planta que los origina.

Al contrario de lo que cree gran parte de la población, la salud de los empleados de las centrales nucleares no corre ningún riesgo y es controlada en todo momento por profesionales. Todos los trabajadores deben pasar por chequeos médicos periódicamente. Concretamente, aquellos que por la naturaleza de su labor se exponen de forma habitual a pequeñas dosis de radiación son inspeccionados diariamente. Existe una cantidad de 'radiación acumulada' que nuestro cuerpo puede almacenar de forma inocua. Cuando el empleado se aproxima al límite establecido, se le niega el acceso a áreas con radiactividad hasta que su organismo vuelve a niveles normales. Por supuesto, los niveles de radiación mencionados son mínimos y no deben ser comparados con los alcanzados recientemente en la accidentada central de Fukushima.

Lo ocurrido en la planta japonesa podría propulsar el debate energético en los próximos años. Sin embargo, ante el lento progreso de las energías renovables y la escasez de recursos fósiles es de esperar que la energía nuclear siga con nosotros mucho tiempo. Para los antinucleares queda el amargo consuelo de que las centrales nucleares españolas se encuentran sometidas actualmente a rigurosos informes de seguridad para garantizar que tragedias como la de Fukushima nunca vuelvan a repetirse.

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